Escuchando a Claron McFadden jugar con su esplendida voz en una conferencia del TED, me viene a la cabeza una noticia sobre la necesidad de cambiar las voces de los avisadores automáticos (“Próxima estación…”) de voces femeninas a voces masculinas.
Aunque los hombres llevamos siglos diciendo que no entendemos muchas veces lo que nos dicen, razón por la cual hemos sido centro de puyas y chanzas por parte de las mujeres, la verdad es que la integración de los deficientes visuales a la vida diaria, y la miniaturización de la electrónica, ha permitido desarrollar estudios que antes no se planteaban sobre la legibilidad de las voces masculinas y femeninas.
Cuando una mujer ciega dice que escucha mejor la voz de un señor avisando la llegada a una estación que la de una señora, lo que viene a confirmar es algo que se sabe desde hace mucho tiempo: los sonidos graves se distorsionan menos que los agudos.
La voz de los hombres es más robusta ante el ruido, permitiendo que su distorsión sea menor y se transmita más lejos (poco más) que la voz más aguda de la mujer. Los tonos agudos tienden a distorsionarse con mayor facilidad, haciendo que baje su alcance efectivo.
Por el contrario, es más fácil transmitir grandes cantidades de información a frecuencias más altas que a las bajas. Es decir, que a los hombres se nos entiende más claro, aunque contamos menos, que a las mujeres, que son capaces de contar más.
Así que veo que vamos a ir cambiando las voces para que cada uno se quede con lo que mejor puede hacer. Nosotros nos quedaremos con simplezas como “Próxima estación…” y os dejaremos a vosotras las cosas de más enjundia, como las arias de Verdi.
Sed felices.
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