Digamos que Don Eduardo, pastelero, y canario, veía como en el balance anual las ventas por merengues se disparaban.
Todo el mundo compraba merengues de los de D. Eduardo, y claro que en un mundo así, D.Eduardo era feliz.
D.Eduardo veía en el balance también los ingresos por pastas, bollos, chuches, masitas, … Suculento festín que llenaba sus arcas.
D.Eduardo se reía ya que él era el único que podía gestionar aquellas bondades que tantos ingresos le traían. Claro que también había algún problemilla de vez en cuando: este intentaba publicar la receta de las pastas, aquel la del merengue… Pero nada que no pudieran arreglar los abogados de D.Eduardo.
De pronto un día, D.Eduardo descubrió que los merengues no se vendían igual, y que las ventas de los otros productos se veían reducidas también… “La culpa es de Internet”.
Como han conseguido publicar recetas para hacer merengues, pastas, masitas, bollos… Nos vamos a morir de hambre, decía. Esto tiene que arreglarse rápido si no queremos que desaparezca la industria pastelera.
La gente no había sido tan feliz nunca. Con menos dinero en el bolsillo, los merengues eran muy caros y dejaron de comprarse, más gente se hacía en casa su bollería, e incluso otros pasteleros dieron sus versiones de otros bollos y pasteles y crearon los suyos propios, enriqueciendo los paladares de todo el mundo.
D.Eduardo cuantificó las pérdidas y empezó su “cruzada” contra el mal. Sus empleados y sus proveedores empezaron a hacer ruido, y hubo gente que cayó ante sus argumentos de que los únicos merengues, pasteles, masas, pastas, etc que eran válidos eran los que salían de sus instalaciones.
Mucha otra gente, vio que aquello no era del todo cierto, y que sí, que los merengues, las pastas, pasteles, etc que D.Eduardo veía en los balances no eran malos, pero que había otros productos en los que ellos querían poner su dinero. Productos que en algunos casos no estaban contemplados en el catálogo de D.Eduardo.
D.Eduardo vio que aquello no tenía remedio y decidió que había que legislar, y buscó a la alcaldesa para que legislase y permitiera que no se publicaran las recetas de los merengues, de las masitas, de las pastas…
El pueblo se quejó, pero la alcaldesa sabía que el pueblo se equivoca y que lo que mejor les convenía era seguir los dictados de D.Eduardo, así que promulgó un bando por el que se perseguiría a los que publicasen recetas y otros contenidos que no estuviesen autorizados por D.Eduardo.
No sabemos como va a acabar esta historia, pero si algo no te ha gustado de ella, piensa…
Sed felices.
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