Empecemos con una perogrullada: vivimos en la Sociedad de la Información. O vivíamos…
La sociedad actual genera cada día ingentes cantidades de datos que somos capaces de recoger y procesar para poder tomar decisiones. Nuestro peso, nuestro índice de masa corporal, la velocidad de nuestro vehículo, las coordenadas del GPS, el saldo de la tarjeta, el número de tweets que hemos realizado, y así hasta niveles que nos abruman.
Todo lo que he definido son datos, son métricas que al ser analizadas nos llevan a la toma de decisiones.
Esta sociedad genera y permite generar métricas sobre casi todo; sobre la sociedad y sobre los individuos. Algo tan difícil de definir como es la rentabilidad, se aplica rápidamente a personas y colectivos, y de golpe y plumazo, desaparecen cientos de puestos de trabajo, o se traslada una empresa de aquí a allá.
El comportamiento, individual y social, es un conjunto de respuestas, de acciones que se están cada vez controlando más y más por métricas. Estas métricas no sólo provocan acciones correctoras, sino que pérfidamente alimentan comportamientos que tienden más a obtener un buen resultado en la medida, que en conseguir una mejora del parámetro que la medida controla.
Ya no importa la situación de una sociedad, sino el ranking que dicha sociedad obtiene. Cada vez nos estandarizamos más, en la nueva religión de las métricas para la toma de decisiones.
Cambiamos a nuestros hijos de colegio para que vayan a uno con mejor “score” en la tabla de centros. No es que sepamos que va a aprender más, sino que como el centro puntúa mejor, algo se le pegará.
Contamos los minutos que nuestros hijos juegan, en vez de medir el nivel de satisfacción que tienen. La satisfacción es más difícil de medir que el tiempo.
Estamos dejando que nuestras vidas las gobiernen las métricas. Tenemos unas “M.D.L.” (Metric Driven Lifes) con la que buscamos nuestra puntuación de éxito en la vida. Y lo malo es que siempre hay alguien que nos mejora en una métrica concreta: vuelve a correr a mejorarla.
Se nos ha olvidado que el equilibrio entre saber lo que necesitamos para tomar decisiones es básicamente un éxito en la vida.
Sed felices
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