viernes, 21 de enero de 2011

Mayores (y no tanto)

Que no tenemos paciencia con nuestros mayores no es algo que nos tenga que molestar cuando se nos dice.

Llevamos años aparcándolos en centros para que nos nos molesten. Para que estén cuidados y no nos quiten tiempo o libertad para sentirnos jóvenes, antes de que los rigores del tiempo nos sometan a la tiranía de la vejez.

Que no tenemos paciencia con ellos es evidente. Los abuelos chochean, nos quitan importancia cuando nos recuerdan que en otros tiempos las cosas también se percibían difíciles, o cuando nos llaman la atención por el peligro de relajar según que costumbres.

Los viejos son inútiles. Total, ya sólo son un gasto que hemos de soportar, bien mediante nuestros impuestos, bien directamente. Nos quitan el tiempo (ese que no tenemos) y hemos de hablarles de un modo que no nos es cómodo: con respeto en vez de imponiéndonos con nuestra viril juventud.

Pero, ¿cuándo comienza la vejez? ¿A los 75? ¿A los 67? ¿A los 45?

Los mercados en tiempo de crisis no hacen sino buscar a gente joven y sin experiencia (o con poca) para poder reducir costes soltando a los dinosaurios que contrataron en la anterior crisis.

Nuestros hijos ya nos ven como “viejos” pues se ven con todo por delante.

Nosotros seguimos viendo que tenemos fuerza y vigor y que somos los dueños del mundo (con perdón de la Banca y los Mercados). Nosotros nos podemos permitir el lujo de, como vi anoche, tildar de chocho a un hombre que reclamaba por lo que creía su honor mancillado. “Se le fue la neurona al pobre”, por creer que su nombre estaba asociado con el de un moroso cuando estaba al corriente de pago.

Sólo espero que no tengamos que sufrir en nuestras carnes humillaciones por nuestra edad, o ver como se impone el futuro que Nolan y Clayton describieron en “La Fuga de Logan”, donde a los 21 tenías que morir.

Sed Felices

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