Estaba pensando en escribir sobre otra cosa, cuando he venido a encontrar la noticia sobre la ejecución inminente de Troy Davis.
Al parecer no es que esté demasiado claro que él sea el culpable de la muerte de un policía fuera de servicio, pero la implacable máquina de la justicia, engrasada por prejuicios y dinero le ha llevado a estar a menos de 48h de su ejecución.
Si bien se está movilizando a abogados y voluntarios para cambiar la ejecución por una cadena perpetua, la cosa no pinta bien ya que la madre de la víctima apareció en televisión indicando que la muerte del asesino de su hijo le traerá “algo de paz” a su existencia.
Nada fuera de lo normal, pero por algún extraño mecanismo mental me he acordado de los que exigen penas como la cadena perpetua o la pena de muerte en nuestro Código Penal.
Esos padres, hermanos o hijos de víctimas que son exhibidos por las cadenas más amarillistas y aguijoneados para buscar el titular: “queremos que en España haya pena capital”.
No creo que el ajusticiamiento sea Justicia, pero si creo que de aplicarse, sólo cabe un modo de hacerlo: el reo ha de ser ejecutado por las manos de un familiar en primer grado de la víctima, en persona, cara a cara, en público y sin ayuda de herramientas o armas.
Supongo que es fácil pedir al Estado que mate a alguien para que consigas paz, pero mancharte las manos… ¿Cuántos tendrían el valor de matar al asesino de su padre, de su hermano, de su cónyuge, de su hijo?
Mejor dejemos aquí las cosas como están.
Sed felices.
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