No soy amigo de totalitarismos, aunque he de reconocer que por alguna razón, los totalitarismos se envuelven en una estética de orden, limpieza y honor, que aún siendo de cartón-piedra, suele hacerlos visualmente atractivos.
Camisas planchadas, uniformidad y disciplina; los totalitarismos salen en tiempos de crisis como las setas tras la lluvia. Luego los ves, los sientes y te das cuenta que son sólo cartón-piedra, y que tras ellos sólo hay corrupción y la anulación de los muchos por unos pocos. Menos aún que los que visten la parafernalia y la tocan las fanfarrias del sistema.
Por suerte, gracias a Internet, es cada vez más difícil este tipo de totalitarismos, aunque nos hemos de preocupar de los que se hacen pasar por pseudodemocracias. Partidos que abogan por la reducción del estado de derecho, o las libertades públicas. Colectivos que expresan su convicción en que los muchos han de someterse al liderazgo moral de los pocos. Asociaciones y fundaciones promotoras de una verdad única.
Por suerte, por el momento podemos poco a poco defendernos, pero no podemos bajar la guardia, o nos levantaremos un día con un cielo de plomo.
Por el momento podemos reírnos de las paradojas que provocan estos movimientos. Esas fotos de criollos vestidos con las camisas pardas del nacionalsocialismo, brazo en alto y sustentando la bandera del Tercer Reich, no pueden sino que despertar nuestra sonrisa al ver que no comprenden, que en el nazismo, ellos hubiesen ocupado las “hospitalarias” instalaciones del régimen.
Caso análogo el de la versión ranchera del “Cara al Sol”, himno de la Falange, y que ha cambiado su marcialidad y camaradería – aquí se puede ver la versión original - por el sabor inconfundible del Ejercito de Pancho Villa.
Sed felices.
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