Las mesas de los comentaristas están llenas de agoreros que anuncian peores y más oscuros tiempos.
En su sabiduría nos muestran que somos los culpables de nuestros destinos y que el dispendio que se produjo en el pasado es nuestro pecado.
Estamos condenados a sufrir la penitencia a un pecado que hace cinco años era nuestro orgullo. Es ver al dios del Génesis ofreciéndole la manzana a Adán y a Eva en cómodos plazos y luego expulsarles del Edén por su pecado.
La suerte de vivir en un mundo postrado es que uno cuenta con la tranquilidad de que no va a haber una explosión social que ponga en riesgo nuestras propiedades. Seguimos siendo propietarios. Somos ricos, y no como los que no tienen nada.
No comemos, pero tenemos techo…
Lo gracioso es que cuando la bolsa baja, algunos ganan y muchos pierden, y cuando sube, todos ganan, y aquellos mucho más.
Estamos en unos tiempos de cartas marcadas, en una mesa de tahúres y seguimos con la idea de que somos los dueños del juego. Quizás sea el tiempo de empezar a mostrar algo de raciocinio. ¿Pero quién?
Sed Felices
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