Las puertas son un elemento que pasa desapercibido en nuestras vidas. Estamos tan acostumbrados a abrirlas y cerrarlas que no prestamos atención a estas en la mayoría de las ocasiones.
Sin embargo las puertas son un elemento que complementa a otro que si que es invisible: el umbral.
La puerta empezó siendo una simple piel puesta sobre el umbral, aquella apertura en las paredes, muros o petos que separaba espacios.
Con el umbral concebimos lo exterior y lo interior, lo que estaba delante y lo que quedaba atrás. Las puertas adquirieron poco a poco la categoría de objeto místico hasta el punto en el que se tienen en cuenta en el feng-sui o tienen su dios protector, Jano, el de las dos caras.
Muchos católicos se santiguan cuando salen por la puerta de su casa, recuerdo de las oraciones romanas a Jano al salir y al volver al hogar. Nuestro hogar comienza en la puerta, y sin ella, nuestra casa no es tal, sino un simple techo, un cobertizo.
Hoy cuando crucéis las puertas fijaos en como están hechas: desde las humildes puertas prefabricadas a las robustas puertas de los edificios antiguos, todas separan dos mundos que no deben juntarse. Por eso pusimos ahí la puerta.
Quede atrás lo que deba y que el futuro nos depare fortuna.
Sed felices.
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