Hace tiempo que llegué a la conclusión que los vehículos, cualquiera que sea su tamaño, producen una cambio en la personalidad en el momento que te pones a los mandos.
Puede que sea algo tan simple como el control que se tiene sobre un instrumento que puede llegar a ser muchas veces más pesado que nosotros, muchas veces más rápido y muchas veces más letal. Pero que nosotros y no otros controlan en ese momento.
No siendo este un efecto universal, si es un efecto bastante extendido. Como prueba sólo me remito a la cantidad de veces en las que hemos realizado una maniobra indebida, hemos circulado por encima de los límites, o hemos atribuido a los demás nuestros defectos al volante.
El viernes, el Gobierno de España, aprobó la reducción transitoria de la velocidad máxima de 120 km/h a 110 km/h. Una decisión que ellos colocan en el ámbito de la reducción de la factura energética, motivada por el incremento del precio del crudo por encima de unos límites que anteriormente desconocíamos.
Hasta donde se, por informaciones varias, esto supondría un ahorro de seis mil millones de euros en un año, y un gasto de doscientos cincuenta mil euros en pegatinas para las señales. Además cada conductor puede obtener una reducción del consumo, incrementando la eficiencia del motor, del 10 al 15%, en función de si es diesel o gasolina.
Cómo no, en un juego universal de acción-reacción, todos los medios comenzaron a registrar las respuestas de los responsables políticos y de los ciudadanos. No voy a entrar en las respuestas pues me interesa más ver los números:
- Si el ahorro estimado es de 6.000 millones de euros en un año, esto supone un ahorro de unos 16,4 millones de euros al día. Los constes de las pegatinas se amortizarían a la media hora de entrar en vigor la regulación.
- La variación de 120 hm/h a 110 km/h es de un 9%, pero incrementa el rendimiento por encima del 10%. Factores como el inflado de los neumáticos, o la brusquedad de los cambios de régimen de revoluciones también influyen, pero entiendo que todos conducimos del modo más seguro y económico posible.
- En un viaje de 300 km, la variación del tiempo de viaje es de menos de 15’. Invertimos más tiempo en tomarnos un café o hacer un descanso en un viaje de esta distancia.
- Se reduce la siniestralidad con la disminución de la velocidad. Menos accidentes de tráfico, implican menor presión en el gasto sanitario y de asistencia social.
Podemos seguir justificando la decisión, pero nos va a dar lo mismo. Cuando nos montamos en un vehículo con un motor de 300 cv, que va acorde a nuestra dignidad, no pueden venir a decirnos que tenemos que ir a 110 km/h. ¡El coche se ahoga!
Complicado esto de ser humano.
Sed felices.
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