martes, 15 de febrero de 2011

Tycho y Kepler

Me gustan las estrellas. Su delicada posición en la oscuridad del cielo me atrae. Quizás el vivir en un lugar con el cielo corrupto, en el que sólo cuando llueve recuperas parte de la visión tenga que ver con ello.

Desde hace muchos miles de años que estamos mirando al cielo, e intentando leer en ellos mensajes y signos de nuestros dioses, de nuestra fortuna. Buscamos guía para llegar a buen puerto. Son el GPS de antes del GPS.

Hay dos personas relacionadas con el estudio de las estrellas que siempre me han llamado la atención. Un dúo que hizo avanzar nuestro conocimiento del cosmos: Tycho Brahe y Johannes Kepler.

Con caracteres opuestos, Tycho era un hedonista y Kepler luterano. Tycho era un observador y Kepler un analista. Tycho vivía en el lujo y el esplendor y Kepler tuvo una vida llena de sufrimiento. Los dos extremos.

Tycho era una persona cruel que le soltaba a Kepler datos de segundo orden en cada cena mientras trabajó a su servicio, pero a su muerte, Tycho le proporcionó a Kepler la mejor colección de datos de estrellas que existía allá por 1600. Kepler fue capaz de observar en esos datos que había tres leyes por las que se regían todos los cuerpos celestes:

Primera ley: Todos los planetas siguen órbitas elípticas alrededor del Sol, estando este situado en uno de los focos de la elipse.

Segunda ley: El área que recorre el radio entre el foco y el planeta es proporcional al tiempo empleado por el planeta en recorrer la sección de la órbita. Es decir que los planetas se aceleran al acercarse al Sol y se ralentizan en el punto opuesto.

Tercera ley (Ley Armónica): El cuadrado de los periodos de la órbita de los planetas es proporcional al cubo de la distancia promedio al Sol. O lo que es lo mismo que todas las órbitas de los planetas mantienen un ratio entre la distancia al Sol y lo que dura en años terrestres una vuelta completa a su órbita.

Gracias a estas tres leyes, hemos sido capaces de predecir dónde debe situarse un planeta, y como se va a comportar un satélite en el cielo.

Ojalá tuviésemos la capacidad de Kepler y los datos de Tycho en nuestras vidas.

Sed felices.

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