Ayer por la mañana participé en un debate sobre cómo se puede sacar al país de la crisis. Por desgracia, ninguno fue capaz de encontrar una receta mágica al respecto.
Sin embargo, si que salieron muchos “defectos” de nuestra economía y de nuestra idiosincrasia.
Creo que ya en alguna ocasión he dicho que para hacer las cosas a largo plazo, siempre hemos de pasar por la educación. Y es en esta faceta que me sorprendió una historia que contó un contertulio.
Estando en Suiza (no me quedó claro si el contertulio, o un amigo de éste), fueron a cruzar una calle en la que había un semáforo con el hombrecillo en rojo.
En el paso de peatones se encontraba una señora con un niño esperando a pasar, cuando esta persona fue a cruzar. La mujer le llamó la atención.
- “'¡Oiga! ¡Oiga! ¡No puede Ud. pasar en rojo!”
- ¿Por qué? – contestó él.
- Porque si yo estoy enseñando a mi hijo a que espere a que esté en verde para cruzar y él ve que Ud. cruza en rojo, yo no podré dejarle que vaya solo al colegio, ya que aprenderá… ¡que se puede cruzar en rojo!
Lo que estábamos de acuerdo todos es que la señora lo hizo muy bien. Que educó a ambos. El español se dio cuenta de que no es sólo educación la que se recibe directamente la que importa, sino el ejemplo diario.
Hoy en día seguimos intentando resolver la crisis con los esquemas y los paradigmas que la crearon. No nos vale, y seguimos queriendo cruzar la calle con el semáforo en rojo.
Lástima que no haya una señora que nos grite.
Sed felices.
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