Caveat: Hoy venimos duros.
Que los muertos no voten es algo que tenemos todos claro. Imagínate una larga lista de difuntos, más o menos arreglados, con sus relicarios, sus monedas para el barquero, bien maquillados y oliendo al bálsamo con el que la sangre se sustituye en los rituales mortuorios.
Seguro que más de uno podría decir que no están en total uso de sus facultades, y que por lo tanto su voto sería resentido y vengativo.
Pensándolo bien… Si uno se muere en una gran ciudad por problemas respiratorios al tiempo que escucha a los “politicuchos” que gobiernan su ciudad negar que el aire es más ponzoñoso que las aguas de una cloaca, no creo yo que vayas a votar muy contento con ellos.
Que te ahogues y pierdas el espíritu mientras miles de coches contaminan y pudren tu aire es algo que debe alegrarte. En el fondo es un acto de patriotismo.
Con como se han puesto las pensiones y como está el tema del trabajo, lo mejor es liberar al país de lastre. Al fin y al cabo, los que se vayan a morir son los que peor están, y por lo tanto los que más gasto van a generar en el futuro… Además, tal y como se puede ver en el gráfico, estos políticos han puesto a Madrid en el mapa.
No creo yo que este punto de vista sea aceptado por la legión de difuntos votantes, ni por sus familiares (estos vivos) ya que aunque la muerte por ahogamiento de estos individuos pueda ser beneficiosa para la sociedad, no deja de ser un gran problema para sus allegados.
Al final, viendo pros y contras, creo que voy a cambiar de opinión. Creo que es bueno que los muertos votemos. De ese modo los políticos pensarán en tomar las decisiones que son más convenientes para la población, ya que la pérdida de votos de los vivos motorizados se compensa por la de los muertos agradecidos.
Creo que es bueno que los muertos votemos.
Sed felices.
Nota: La imagen se ha obtenido del Laboratorio de Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Madrid a través de EL PAÍS
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