A parte de determinados gerentes, no hay nada más sorprendente que un niño cuando pregunta.
Más allá de las preguntas lógicas (“¿por qué?”) y sus variantes (“y, ¿por qué?”), los hijos son capaces de hacernos preguntas que nosotros mismos creíamos que ya nos habíamos respondido. Pero no.
El sábado, mi hijo me decía que habían ganado “porque se les había gastado la inercia para perder”. ¿Cómo? ¿La inercia se gasta? Mi sorpresa fue enorme, y su cara más aún.
Luego me preguntó por lo que era la inercia. Y ahí comenzaron los problemas. Es evidente que lo primero que le dije fue que “la inercia es la tendencia de los cuerpos a mantener su estado de movimiento” y luego me di cuenta que tiene ocho años, y que no le había dicho nada.
Tuve que acudir a varios ejemplos, la bici cuando dejas de dar pedales, los patines cuando te deslizas, el hielo, etc, para que comprendiese lo de “mantener el estado de movimiento”.
Creo que no sabe lo que es la inercia, aún, pero si sabe que se gasta. Es decir que estamos como al principio, pero con más seguridad de que su inercia para perder se debe haber gastado, por lo que ahora sólo queda ganar, ganar y ganar.
Ahora me pregunto: ¿por qué no se nos gasta a los adultos la inercia en perder? ¿Por qué no pensamos que podemos ganar? ¿Por qué tanta resistencia al cambio?
Creo que el que me contestó fue mi hijo, no yo a él.
Sed felices.
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