Es gracioso el modo en el que se comportan los dioses semíticos. Son justicieros, vengativos, te condenan a perpetuidad, y lo peor es que sus reglas están hechas para que siempre pierdas.
Son dioses creadores. Nos crearon según su voluntad, y nos dotaron de nuestros genes. Sí, ellos nos diseñaron para que cuando una muchacha pasa en primavera a nuestro lado con turgentes formas, nos veamos irremediablemente sumidos en una explosión de hormonas con efectos secundarios que nos llevan a buscar asiento rápidamente ( o a no poder levantarnos si estábamos sentados).
Pero claro… Si cedes a tus genes, y no es para procrear… a sufrir una Eternidad, lo que quiera que esta dure.
Que resulta que tienes 15 años y andas descontrolado y le levantas la voz a tus padres… Un par de siglos no te los quitan ni ellos.
Y así de una manera interminable.
Claro que te cuentan eso del libre albedrío, que si puedes luchar a las tentaciones, etc. Veamos, es como si yo a mi hijo le pongo delante un helado en una tarde de verano después de hacer ejercicio, y le digo: “Mira este helado, pero no te lo puedes comer o te castigaré el día que te mueras por toda la Eternidad, y más aún si me prorrogan el contrato de alquiler…”
Me gustan más mis dioses. Nos llevamos bien, y solo se ponen algo tensos cuando te metes con ellos sin venir a cuento. Son bastante demócratas: no te obligan a hacer su voluntad, aunque para saltártela tengas que pasarlas algo canutas, claro que te lo hacen en vida, y no cuando te has muerto. Te dan opción a poder corregir la situación, no como los otros.
Lo de los dioses semitas es como lo del juicio a Baltasar Garzón: da lo mismo, que no te voy a aceptar las pruebas en tu defensa.
De todos modos, como hay gente para todo, que cada uno le rece a sus dioses y que todos vivamos en armonía. Y el que no quiera, pues que no rece a ninguno, que al menos los míos no se molestan.
Sed felices.
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