Hay veces en las que me sorprendo del integrista que todos tenemos dentro.
Todos tenemos un energúmeno dentro de nosotros, una expresión del animal que es el ser humano y que sólo con mucha educación y formación conseguimos enmascarar durante un rato.
Nuestro país hace un esfuerzo por formar a nuestros jóvenes para que en el momento en el que la economía va un poco mejor abandonen los estudios por los ingresos a corto plazo, inunden las carreteras de coches de altas prestaciones y disparen los índices de consumo, como se hizo en la última burbuja.
Un pueblo es la televisión que ve. Las telenovelas muestran nuestros tabús, nuestros miedos y nuestras fortalezas. Los programas de sociedad, los concursos, los programas infantiles muestran con que soñamos, el nivel educativo que tenemos, o lo que nos preocupa la infancia.
Somos un pueblo demócrata, que nos da miedo imponer restricciones a lo que se puede ver o no. Las regulaciones, autorregulaciones, de la publicidad o los medios de comunicación no terminan de funcionar. La zorra no puede guardar a las gallinas, y siendo las multas menos dolorosas que los beneficios de saltarse las normas, el gobierno debería ser capaz imponer un régimen más duro de normas que controlen los contenidos.
No sólo las palabras, también las acciones y las actitudes son parte de la educación. No hace falta explicar más, sólo con dar una vuelta a las seis de la tarde por el dial del televisor da una clara idea de quienes somos, y lo lejos que estamos de quienes queremos ser.
Sed felices.
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