En el día a día, y con los cambios de nuestras sociedades, estamos alterando la semántica de nuestras palabras.
A través del cinismo, y la ironía, vaciamos de contenido a aquellas palabras que no nos interesan, o pueden suponer un cambio en nuestros planes. No es que carezcamos de ética, pero si que hemos alterado la “idea” hasta ser irreconocible.
Una de estas palabras es “tener”. Tener es un verbo precioso. Si comprobamos sus acepciones en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua veremos que de las veinticuatro acepciones, la mayoría están relacionadas con la posesión, o control de bienes y personas.
Es la decimosexta de sus acepciones, sin embargo, la que más nos afecta, pues es la que se relaciona con la voluntad y la necesidad de realizar o mantener algo: “Tengo que actuar”, “Tienes que estudiar”, “Tienen que ganar”.
Siendo necesario su objeto, no hay opción de escape. Nos obliga a realizar la acción. Sin embargo, muchos empleamos “tener” por “deber”, que sonando a más, resulta que es menos. “Deber” no obliga tanto como “tener”; nos da opción a no hacer algo.
Cambiemos esto y empleemos más el verbo tener que el deber: “Tengo que ser feliz”, “Tengo que superar esto”, “Tengo que vencer a la adversidad”. Seguro que conseguimos más que con “Debo ser feliz”, “Debo superar esto”, o “Debo vencer a la adversidad”.
Sed felices (tenéis que serlo).
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