Todos los años, por estas fechas, en un alarde de falta de conciencia ecológica, todos nos lanzamos a promover la tala de árboles mediante el consumo de esos efectos que llamamos “Crismas” o “Tarjetas de Navidad”.
Aunque su recepción física se está reduciendo, viéndose incrementada por sus variantes digitales, no deja de incrementar la huella de CO2 sobre el planeta.
Pero… ¿Por qué me mandan un crisma estos? ¿Pero no estábamos reñidos con …?
Yo lo que quiero es que esa empresa maravillosa que me pone problemas para cualquier trámite, y me cobra a precio de trasplante operaciones que a mi me parecen banales, me cuide más durante todo el año, y que se deje de tarjetitas.
Lo que quiero es que ese capullo elemento, que durante todo el año me desprecia, o al menos no me muestra su afecto, no me envíe la tarjetita de marras, y que sea menos “elemento” de lo que es.
La verdad es que muchas de estas tarjetas no dejan de ser “spam” navideño, y lo máximo que vamos a hacer es enviarlas a la papelera. Quizás porque es Navidad, o quizás porque sabemos que no hay modo de evitar al “spammer”.
Sed felices.
PD – Tengo dudas entre el crisma de los gatitos o el del paisaje nevado. ¿Cuál os gusta más?
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