lunes, 27 de junio de 2011

Una noche de calor

Ha sido una noche cálida. Una de esas noches en la que el calor incomoda para dormir a muchos, y en las que te levantas sudoroso y con las sábanas humedas por la transpiración.

Son noches de ventanas abiertas y de búsquedas de corrientes que sacuden con escalofríos nuestros sudorosos cuerpos. Unas ventanas que invitan a sonidos foraneos a la intimidad de nuestros hogares, o que desde ellos los dejan escapar para conocimiento público.

Anoche, una de esas conversaciones entró en mi dormitorio mientras intentaba dormir. A modo de programa nocturno, una mujer joven estaba desesperada contándole a una amiga lo malo y perverso que había sido su marido.

Un hombre egoista y cruel que no dudó en arrojarla del tálamo conyugal y de sagrado templo familiar por una cosilla de nada. Y es que nada le importaba a ella el otro mancebo con el cuál había sido encontrada.

No conozco más detalles pues la acustica tiene también sus condicionantes, pero si me quedó claro que el problema de esta chica era el egoismo de su esposo. Hombre taimado y cruel, incapaz de perdonar un resbalón (aunque sea repetitivo hasta llegar al paroxismo), y expulsar a tan piadosa mujer del templo del matrimonio.

¿Será el calor?

Sed Felices

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