Cada día que pasa se me cae más el mito de la Alemania de mi infancia.
En los 70’s, Alemania (R.F.) era el paraíso de la modernidad y del avance para nosotros. Aquellos libros que nos explicaban el mundo y que eran traducciones de obras didácticas alemanas nos mostraban la maravillosa eficiencia de los Volkswagen, lo grande de los “Acuariums” con sus peces, la grandeza de las autopistas, que como niños que sólo conocíamos las carreteras nacionales (un carril va, y otro vuelve) nos parecía inmenso.
Ellos tenían todo lo que nosotros no teníamos. Nosotros no éramos europeos del todo. Éramos un “país en vías de desarrollo” que es una forma de ser del 3er mundo en Europa.
Luego vinieron los años de estudio y de preparación, el aprender idiomas, el formarnos, el ingreso en la UE, el desarrollo de muchas cosas y el empezar a trabajar, comenzar a viajar y relacionarte con profesionales de otros países.
No puedo hablar por otros, pero en mi caso no me encontré nunca por debajo o por encima de otros profesionales europeos. Lo que no sabía era porque no lo había estudiado, pero no porque no fuese capaz de estudiarlo, y sabía cosas que otros no conocían, por lo que la relación profesional era paritaria.
¿Dónde ha fallado siempre este idílico mundo? En lo personal. Más allá de las bromas y puyas propias de compañeros, uno ha percibido a lo largo del tiempo que mientras que franceses, ingleses, belgas, italianos o suecos reconocían el cambio generacional, los alemanes seguían viéndonos como emigrantes de maleta de cartón que no eran del todo europeos. Toreros, gitanos, bailaores y señores con boina que se la quitaban cuando salían de España.
He podido viajar a Alemania en al menos 4 ocasiones que recuerde, y salvando la primera que estuve en Frankfurt, las demás he tenido más problemas para poder comunicarme, para poder explicarme, para poder comprar, para vivir que en el resto de los países de Europa en los que he estado, y he estado en varios. Y es que, desde mi punto de vista, Alemania se ha regalado al espejo, como un Narciso y sigue viviendo de sus laureles. Siguen viéndose como la generación de sus padres, y no como la que es ahora.
Frases como “España no debía ganarle a Alemania el partido, porque Alemania es un país más avanzado”, más allá de equiparar la habilidad balompédica a la fortaleza económica, muestran este tipo de imagen colectiva que tienen de nosotros. No importa que seamos una economía de las más importantes del mundo (me importa poco el número), no importa que nuestros jóvenes estén siendo contratados por todo el mundo (por el precio, pero por la preparación); para estos señores seguiremos siendo el país de “El turismo es un gran invento” de Pedro Lazaga.
Lo de los pepinos es sólo una anécdota. Una anécdota que muestra los prejuicios ante el resto, y que antes de dudar de la cadena de manipulación de alimentos, dudamos de una de las mayores industrias hortícolas del mundo. Luego vendrán los datos, claro.
¿Que nos equivocamos? Pues nada, somos alemanes, y somos soberanos… Bien, en la UE hay reglas, y que curioso que cuando se empieza a pedir indemnizaciones es cuando reculamos en las alertas.
Pues eso…
Sed felices.