lunes, 26 de enero de 2009

Boddis en la nevera


Hace un poco más de diez años que no sabía de un viejo amigo, salvo alguna llamada y algún correo escaso, cruzado en este tiempo.

Ayer, gracias a Facebook, me lo encontré de nuevo en esta sala virtual que es Internet, y me acordé de la cantidad de cervezas, de café y de pasta que hemos tomado juntos en mi apartamento de Atlanta. Pero lo que más he echado de menos de él, no ha sido esa relación de fraternidad viril que dos hombres jóvenes y solteros pueden establecer en sus correrías por una ciudad un poco alocada en aquella época, hablo de la legislatura de Clinton, las Olimpiadas y la euforia colectiva que estaba instalada.

Mi amigo, arquitecto de formación y artista de corazón, estaba cual crisálida en una transformación interior que le era necesaria. Una transformación que le ha convertido en el artista que es hoy en día.

Si algo tuvo aquella transformación es que, me ayudó a mantenerme centrado en una oportunidad única para perderme, y no porque actuase a modo de Pepito Grillo, aconsejándome en lo que es bueno o malo, sino tan solo con su ejemplo. Un ejemplo de trabajador incansable que hacía más de un turno todos los días para salir adelante en un país como es EEUU, en el que si tienes todo de cara, es muy bueno para vivir, pero que no te permite el más mínimo desliz, bajo riesgo de acabar en el fondo del avismo.

Ese ejemplo de madurez, y fortaleza me ayudó a valorar una amistad que a veces echo de menos, como echo de menos aquellas "Boddis" que siempre había en la nevera, o aunque parezca mentira aquella cafetera de los chinos que tenía trucada para hacer un café que se pareciese al que se tomaba en España.

Me alegro de haberle encontrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario