Una de las cosas bellas de la radial es la velocidad con la que es capaz de cortar un candado.
Este escribidor no puede pensar en otra cosa. Lo siento, no puedo ser romántico.
Este verano, cruzando el Rin en Colonia en un tren de la DB, no pude dejar de preguntar por la ingente cantidad de candados que tapaban la visión del río.
La mayoría de la gente no supo darme respuesta, y se limitaban a indicar que era una moda de enamorados y que se estaba pensando en multar a los que pillasen “in flagrante delito”.
Cual es mi sorpresa cuando regresando a nuestras hispanas tierras, donde tanto nos cuesta aprender cosas productivas, y uno descubre que los candados han llegado aquí; como el mosquito tigre, como el mejillón cebra.
La solución venía de el ardoroso amor juvenil que sella su amor con un candado, tal y como parece ser que hacen los protagonistas de los libros del autor italiano de moda. Una moda, es solo eso: una moda.
Entonces se me ocurrió: necesitamos un barrendero del Ayuntamiento con una radial. Su sonido desgarrador rompiendo ese signo de amor no hará más que confirmar lo volátil del amor juvenil, y dará a toda una generación la escusa para el dolor de su ruptura: “Si el Alcalde no hubiese roto el candado”
Sed felices.