viernes, 19 de noviembre de 2010

Cuestión de confianza

Si hay algo que me gusta de mi administrador de fincas es que por el momento no ha hecho nada para que no confíe en él. Escucha nuestros problemas y es ágil con sus soluciones.

Lamentablemente esto es verdad para muchas profesiones: médicos, abogados, fontaneros, comerciales o tertulianos. No escuchan lo que otros tienen que decirles, y ya van con el paquete preconcebido que puede que sea lo que necesitas, pero no es lo que tu sientes que necesitas.

En función de lo que hagan, y de lo que digan, uno va haciéndose a la idea de la confianza que puede tener en cada uno. Pero si estos profesionales trabajan en una empresa, con su buen o mal hacer añaden confianza o la quitan a sus empresas.

En las tertulias, uno busca poder hacerse una opinión sobre los temas de actualidad, para poder ir luego con soltura al bar, o poder tomar un taxi y discutir con el taxista conociendo el tema. La confianza en estos programas es necesaria, y requiere de tertulianos confiables.

El tertuliano e “intelectual hecho a si mismo” que le gustan las muchachas de 17 o 18 porque “no huelen a ácido úrico” es una de esas personas “confiables”. El problema reside en que la confiabilidad la extiende al programa, o las cabeceras en las que trabaja.

Lo dicho, que en un mundo en el que los administradores de fincas tienen mala imagen, al igual que los informáticos, fontaneros o comerciales, porque creemos que no nos escuchan, pero hay alguien que los deja en un buen lugar. Sí, ese, el de la muchachas que no huelen a ácido úrico.

Y como es viernes, un chiste sobre la confianza y el saber escuchar para desengrasar:

Entra un transeúnte en un bar, una mañana a las 8, y dice:

-“Buenos días, ¿me pone un café con leche y una magdalena?”

-“Disculpe pero no ha llegado el reparto de bollería y no han llegado las magdalenas. Sin embargo tengo aquí, si lo prefiere, unos churros recién hechos…”

-“Pues vaya. Bueno, pues póngame un te con una magdalena.”

-“Perdone, caballero, pero como ya le dije, no han llegado las magdalenas. Le apetece una tostada…”

-“Mire, déjese de historias. Póngame un zumo de naranja y una magdalena…”

-“Disculpe que no haya sabido expresarle que no tenemos mag-da-le-nas.

-“En que bar me he ido a meter… Porque tengo prisa no me voy. Venga, póngame una magdalena y no discutamos más”

Pues eso…

Buen fin de semana.

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