Si hay algo que me gusta de mi administrador de fincas es que por el momento no ha hecho nada para que no confíe en él. Escucha nuestros problemas y es ágil con sus soluciones.
Lamentablemente esto es verdad para muchas profesiones: médicos, abogados, fontaneros, comerciales o tertulianos. No escuchan lo que otros tienen que decirles, y ya van con el paquete preconcebido que puede que sea lo que necesitas, pero no es lo que tu sientes que necesitas.
En función de lo que hagan, y de lo que digan, uno va haciéndose a la idea de la confianza que puede tener en cada uno. Pero si estos profesionales trabajan en una empresa, con su buen o mal hacer añaden confianza o la quitan a sus empresas.
En las tertulias, uno busca poder hacerse una opinión sobre los temas de actualidad, para poder ir luego con soltura al bar, o poder tomar un taxi y discutir con el taxista conociendo el tema. La confianza en estos programas es necesaria, y requiere de tertulianos confiables.
El tertuliano e “intelectual hecho a si mismo” que le gustan las muchachas de 17 o 18 porque “no huelen a ácido úrico” es una de esas personas “confiables”. El problema reside en que la confiabilidad la extiende al programa, o las cabeceras en las que trabaja.
Lo dicho, que en un mundo en el que los administradores de fincas tienen mala imagen, al igual que los informáticos, fontaneros o comerciales, porque creemos que no nos escuchan, pero hay alguien que los deja en un buen lugar. Sí, ese, el de la muchachas que no huelen a ácido úrico.
Y como es viernes, un chiste sobre la confianza y el saber escuchar para desengrasar:
Entra un transeúnte en un bar, una mañana a las 8, y dice:
-“Buenos días, ¿me pone un café con leche y una magdalena?”
-“Disculpe pero no ha llegado el reparto de bollería y no han llegado las magdalenas. Sin embargo tengo aquí, si lo prefiere, unos churros recién hechos…”
-“Pues vaya. Bueno, pues póngame un te con una magdalena.”
-“Perdone, caballero, pero como ya le dije, no han llegado las magdalenas. Le apetece una tostada…”
-“Mire, déjese de historias. Póngame un zumo de naranja y una magdalena…”
-“Disculpe que no haya sabido expresarle que no tenemos mag-da-le-nas.
-“En que bar me he ido a meter… Porque tengo prisa no me voy. Venga, póngame una magdalena y no discutamos más”
Pues eso…
Buen fin de semana.
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