lunes, 6 de abril de 2009

Lo que creo sobre el aborto.

He dudado mucho antes de empezar a escribir esta entrada, pero creo que he de hacerla para ser honesto conmigo mismo.

Voy a empezar diciendo que me parece una desgracia que una mujer tenga que abortar. Una desgracia basada en una serie de causas que imposibilitan que un nuevo ser llegue a desarrollarse y vivir en plenitud en este Mundo, con todas las inconveniencias que tiene. Y voy a decir que estoy totalmente a favor de la posibilidad de abortar, sin limitaciones de ningún tipo.

Planteadas las premisas, el aborto es una desgracia y se ha de poder abortar libremente, paso a desarrollarlas.

Creo firmemente en la libertad del individuo para tomar decisiones adecuadas, lo que los católicos llaman "libre albedrío". Creo en esta capacidad pues de no existir, la totalidad de la Democracia queda en entredicho: no podemos creer en que se haya votado correctamente, o que los gestores hayan tomado las decisiones correctas, que nuestros padres nos indiquen lo que más nos conviene, etc.

Hemos de asumir que nuestra capacidad de elegir es plena, incluso con todos los condicionantes que podamos tener en nuestro entorno de elección.

No me pierdo y vuelvo al tema que me ocupa. El abortar es una decisión personal, que impacta a un entorno más amplio, pero no por igual. El primer sujeto que puede decidir sobre el aborto es la mujer que porta al nuevo ser. Luego, el propietario de la otra mitad del material genético que porta la mujer. Quedaría más alejado el entorno de la unidad familiar a la que pertenecen estas personas, y más alejados aún el resto de la familia, y en el último círculo la sociedad.

El intentar equiparar con el mismo peso las creencias y opiniones para la decisión con independencia de donde se encuentre su emisor es injusto, pues como es lógico ha de atenuarse "con el cuadrado de la distancia" el peso de la opinión: la de la gestante es la unidad, la del padre biológico en torno a la mitad, un cuarto la del núcleo familiar y menos aún el resto... De no ser así, nos llevaría a que la opinión de la madre como persona es menor que la que pueda tener como simple ciudadana, y eso es claramente erróneo.

Dado esto, asumo como buena la conclusión de que es la mujer gestante la única que puede decidir, y que ha de considerar con la debida distancia las opiniones y creencias de su entorno, y que esta debe ser protegida para que dicho entorno no pueda imponerle nunca sus creencias o decisiones.

¿Cómo lo hacemos? Por un lado necesitaremos una ley que permita un marco legal razonable para soportar la capacidad de decisión. No tiene sentido decidir algo que no se pueda hacer, así que la ley ha de permitir que una gestante decida abortar, y el Estado ha de garantizar dicho derecho.

Por otro lado, hemos de educar en dos sentidos: Primero en el respeto a las decisiones de otros que no compartan nuestras creencias u opiniones, en la diversidad y la tolerancia, para que podamos ser intolerantes con los intolerantes.

Segundo, hemos de educar en todos los aspectos que llevan a la necesidad de tomar una decisión como la de abortar. Descartando los defectos severos del nuevo ser, se plantean situaciones que hay que analizar y plantear soluciones a las mismas, pero no desde una perspectiva antiabortista, sino desde el punto de vista de una problemática social que ha de ser resuelta.

Esto es lo que creo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario