Aunque la estación entró astronómicamente el pasado fin de semana, la verdad es que el verano comienza con las vacaciones escolares.
Mañana, tras la fiesta de fin de curso, los niños nos indicarán que el verano ha comenzado, que las vacaciones son una realidad y que es necesario comenzar a organizarnos de una manera distinta para poder ayudarles a gastar ese tiempo que de septiembre a junio han empleado en la escuela.
El verano es complejo para los padres en una situación como la actual. La incorporación de la mujer a la vida laboral en condiciones idílicas de igualdad* nos ha llevado a una sociedad en la que son necesarios dos sueldos para vivir. Esto nos lleva al drama veraniego, en el que la necesidad de trabajar de ambos padres lleva a tener que sacrificar a abuelos en cuidados infantiles, renunciar a promoción profesional, gastos en campamentos hasta que los padres pueden tomar vacaciones, o a no simultanear vacaciones entre los padres para que de ese modo los niños puedan estar cuidados y protegidos.
Hay crisis, los sueldos han bajado por el mecanismo de despido al "caro" y contratación de "becarios", más de un tercio con respecto al mercado**. Queremos ser un país de Europa, competitivo como Alemania, pero nos salen soluciones de mercados emergentes. Y es eso lo que vamos a tener con nuestros hijos: veranos de países a los que vamos de visita. Veremos a nuestros hijos lo que un padre hindú o un padre chino, pues parece que hemos dejado de lado la ambición de verlos lo que los ve un padre alemán o un sueco.
Tenemos que reinventarnos como país, avanzar y crear valor añadido que nos permita que cuando llega el verano, y terminan las clases, no sea un drama familiar que comienza con un "¿qué vamos a hacer con los niños?".
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* No entro en el debate sobre la igualdad laboral, sólo apunto a un origen de lo que viene a continuación.
** Este dato es una estadísticas propia sobre precios de mercado en 2007/2008 y los salarios ofertados en 2009.
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