Como todos los años, llega el fin. Hoy acabamos con un año y mañana comenzaremos otro, que ya hemos llenado de esperanzas de que vaya mejor (que sea mejor), que nos proporciones mayores éxitos, que nos permita dejar de fumar, perder peso, estudiar esa materia que nos gusta, etc.
La verdad es que cada día es el primer día del próximo año, y por lo tanto nos deberíamos desear a diario el que nos vaya bien. No se me malentienda, no digo que acabemos con la celebración, sino que dejemos algo de esos buenos deseos para dosificarlos a lo largo del año. ¿Quién se acuerda del curso de Francés Gastronómico con la resaca del primer día del año? ¿Quién va a dejar de fumar justo cuando nos estamos yendo de copas, a la macrofiesta, o dónde sea?
Resumiendo: que tengáis éxito en alcanzar vuestras metas y no os planteéis imposibles, y que podáis hacerlo durante todo el año. Pensad que si no lo hacéis, no seréis ni mejores, ni peores, sino tan buenos y tan malos como lo sois ahora. Luego... ¿por qué nos hacemos esos propósitos?
Feliz Año.
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