sábado, 31 de octubre de 2009

Corrupción


En el último post, comentaba la eficiencia con la que los servicios de limpieza del Exmo. Ayto. de Madrid eliminaron los restos de un incendio que se produjo en el bloque de al lado.

Tan presto servicio debe ser caro por su eficiencia, lo que ha requerido de nuestro Exmo. Sr Alcalde (q.D.g.m.a), la imposición de una solidaria tasa de basuras destinada a tener al finalista olímpico como un espejo.


Cabe, sin embargo, plantearse claramente que esto es una milonga y que la tasa de Exmo. Sr. Alcalde (q.D.g.m.a) no tiene más sentido que reponer mínimamente el dispendio, y de paso mantener el status-quo.


Las noticias generalizadas de corrupción en los ayuntamientos no pueden ser generalizables, pero como se dice en estadística “uno es una anomalía, varios es tendencia”. Lo peor es que no podemos decir que no hay corrupción en nuestro Exmo. Ayto., lo que provoca aún mayor malestar.


Hay algo bueno que se está pagando con nuestros impuestos: la Fiscalía Anticorrupción. Ninguneada, y casi desaparecida hacia el 2004, se ha vuelto a impulsar y parece que funciona, que esos Exmos Srs Alcaldes se encuentran con que los impuestos que la ciudadanía paga sirven para que conozcan otras infraestructuras del estado, cómodamente acondicionadas y seguras.


Debe aprovecharse este periodo de crisis para entrar a saco y sacudir las alfombras, airear los ayuntamientos y sanear las paredes. Cuanto antes veamos cuanto hay que acabar poniendo y poniendo a los que se lo merezcan en cómodas celdas, mejor.
Mientras un barco hace aguas, no se puede levantar la economía. Si un Ayto no paga a sus proveedores, no se desarrolla la economía, se destruyen empresas (las de otros) y solo alguno se beneficia, en vez de beneficiarse la totalidad del municipio.

jueves, 15 de octubre de 2009

Limpieza urgente

Ya llevo varios días que no escribía nada en el blog, pero he estado demasiado centrado en otros temas que me han impedido escribir algo que mereciese la pena. Sin embargo, anoche sucedió que el bloque de pisos de la cuadra de al lado a la mía sufrió un percance.
En el último piso de la esquina más próxima al mío se produjo un incendio de grandes dimensiones. Los gritos de los chicos que desde la calle lo habían detectado parecían los de una reyerta, y como el ser humano es un animal curioso, me asomé por la ventana de la cocina para conocer el motivo de tal escandalera.
Los gritos eran ininteligibles, pero tres o cuatro minutos más tarde, el sonido de las sirenas de los bomberos dejaba claro que la cosa era más seria. Vuelvo a asomarme, esta vez desde mi salón y es entonces cuando puedo ver el resplandor naranja de una lengua de fuego que ansiaba extenderse más allá de donde estaba.
Las cabezas de mis vecinos recortadas contra las llamas emitían una banda sonora de comentarios sobre los posibles orígenes: que si puede ser un laboratorio de éxtasis, que si en ese piso vivían inmigrantes, que si esto, que si aquello… Busco en la prensa: mucho público, poco periodista urbano… Sin noticias. Deduzco que es un incendio de esos que se producen todos los días en todas las ciudades y que pasan sin pena ni gloria: no tienen víctimas más que frazadas, colchones, sábanas, libros, recuerdos y la vida, que no el alma, de los habitantes.
Lo que me impresionó más es que al finalizar la película que estaba empezando a ver cuando el tumulto llamó mi atención, no había ni bomberos, ni policía, ni sanitarios. Sólo la cuadrilla del Servicio de Limpieza Urgente podría hacer pensar que allí había pasado algo.
Este batallón de limpieza pasan la mopa y el paño por la ciudad para que no quede nada, nada que pueda ser un peligro para la ciudadanía, pero nos hurtan los efectos de la historia. No hay restos, no hay evidencias, no hay modo de investigar.
No sé si cuando salga dentro de un rato, camino del colegio de mis hijos me encontraré la fachada pintada y la carpintería metálica arreglada por parte de estos fanáticos de la Limpieza Urgente.
Lástima que no tengan métodos de limpieza para según qué cosas.